La práctica de la meditación, aparte del beneficio psicológico, provoca una sensación de relajación física en nuestro cuerpo. Un estudio de la Universidad de Wisconsin-Madisonha (EE.UU.) ha mostrado indicios que los efectos de este estado de abstracción mental podrían ir más allá de la distensión muscular, al generar una alteración en la expresión de nuestros genes. Se trata del primer trabajo científico en abarcar esta temática.
Para obtener esta conclusión, el equipo analizó los efectos de un día de meditación consciente en un grupo de sujetos aficionados a dicha práctica en comparación con otro grupo de control que realizaba otro tipo de actividades silenciosas. Las observaciones mostraron una serie de alteraciones moleculares en los primeros tras el desarrollo de la actividad, en concreto una baja regulación de los genes RIPK2 y COX2 implicados en el proceso inflamatorio, que conlleva una rápida recuperación ante una situación estresante. Los autores aseguran que se trata de una evidencia de que la práctica de la meditación desencadena alteraciones epigenéticas en el genoma. De hecho, como explica Perla Kaliman, autor principal del artículo e investigador en el Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona (IIBB-CSIC -IDIBAPS), donde se llevaron a cabo los análisis moleculares, “los cambios más interesantes, se observaron en los genes que son los objetivos actuales de los fármacos anti-inflamatorios y analgésicos”, apunta.
Estudios clínicos previos habían sugerido que la meditación es capaz de moldear las áreas de materia gris cerebral relacionadas con la memoria, la empatía y el estrés, y desencadenar de esta forma un importante beneficio corporal. No obstante, los expertos se muestran cautos y afirman que es pronto para ensalzar la meditación como una nueva terapia médica.