Un equipo de expertos del Instituto MIND de la Universidad de California (EEUU),ement han descubierto que las familias de niños pequeños con autismo y otras incapacidades en el desarrollo a menudo emplean tratamientos de medicina complementaria y alternativa, y que la mayoría de los usuarios que se basan en enfoques convencionales y complarios corresponden a aquellos con mayores niveles de educación e ingresos de los padres.

No existe un tratamiento médico aprobado para los síntomas principales del trastorno del espectro autista, una enfermedad neurológica permanente cuyas características son los déficits en las relaciones sociales, pensamientos y comportamientos repetitivos y, en muchos casos, discapacidad intelectual.

En busca de tratamientos para ayudar a sus hijos, las familias tienen la opción de recurrir a métodos no convencionales como la medicina mente-cuerpo (por ejemplo, la meditación o la oración), los remedios homeopáticos, los probióticos, dietas alternativas o terapias más invasivas, como inyecciones de vitamina B-12, inmunoglobulina intravenosa o la terapia de quelación, algunas de las cuales suponen riesgos significativos.

«En nuestro estudio no parece que las familias utilicen tratamientos complementarios y alternativos dada la falta de disponibilidad de los servicios convencionales, como han planteado otros estudios, sino que más bien, se usan los tratamientos además de los enfoques convencionales», comenta el director del trabajo, Robin Hansen.

La razón de gran parte de los trastornos del desarrollo neurológico son desconocidos y las condiciones no tienen remedio. Muchos niños sufren de una amplia gama de síntomas relacionados que pueden no estar directamente asociados con su condición y que añaden estrés a su vida cotidiana y a la de sus familias. Estos síntomas incluyen irritabilidad, hiperactividad, problemas gastrointestinales y trastornos del sueño.

El estudio, que se publica en la “Journal of Behavioral and Developmental Pediatrics” contó con casi 600 niños entre 2 y 5 años con autismo y retraso en el desarrollo que se inscribieron en el “Estudio del Resigo Genético y Ambiental de Autismo en la Infancia”. De los sujetos, 453 fueron diagnosticados con autismo y a 125 fueron se les detectó algún retraso en el desarrollo.

Los resultados revelaron que el empleo de estas terapias alternativas es más común entre los niños con autismo que los niños diagnosticados con otro tipo de retraso en el desarrollo, en particular, el 40% frente al 30%, respectivamente. Cerca del 7% de los niños con autismo llevaba una dieta sin gluten o sin caseína (una fosfoproteína presente en la leche y los productos lácteos), en concreto los niños con problemas gastrointestinales frecuentes. “Hallamos que la mayoría de las familias que usan estas terapias estaban eligiendo las de bajo riesgo», dijo Kathleen Angkustsiri, coautora del estudio.

A pesar de ello, un pequeño pero estadísticamente significativo porcentaje, del 4%, usaba tratamientos alternativos clasificados por el estudio como potencialmente inseguros, invasivos o no probados, como los medicamentos antifúngicos, la terapia de quelación e inyecciones de vitamina B- 12.

«Estos resultados enfatizan y urgente necesidad de tratamientos eficaces y una investigación rigurosa que pueda identificarlos y verificar su eficacia y seguridad», concluye Hertz- Picciotto Irva, investigador principal del estudio CHARGE. «Por supuesto, es razonable que los padres sigan indagando en posibles formas de ayudar a sus hijos, cuando hay pocos tratamientos efectivos y ninguno que pueda ayudar a todos los niños», añade.

 

Fuente: Europapress