El teatro acompaña al hombre desde la Antigüedad y durante siglos ha constituido su principal forma de expresión. Ya Aristóteles hablaba de su enorme poder catártico. Estaba convencido de que contemplar o actuar en una tragedia ayudaba al hombre a purificarse al permitirle identificarse con los personajes y así liberar emociones.
No es sin embargo hasta hace unos años que el teatro se está utilizando en distintos centros como una nueva forma de terapia psicológica.
Poniéndose en la piel de distintos personajes, la persona conecta con diversas emociones, explora su interior y descubre que posee otras «caras» hasta entonces desconocidas, escondidas o rechazadas. Sacarlas fuera permite aceptarlas como parte de uno mismo y enriquecerse. «En realidad se trata de conocerse mejor y también de superarse”.
Por ejemplo, una persona tímida que le cuesta comunicarse se atreve a interpretar a alguien confiado, abierto y dicharachero en este espacio protegido. Después, cuando tiene que desempeñar este papel en la vida real, puede hacerlo fácilmente porque ya lo ha hecho antes. Podrá ir a buscar este personaje dentro de si mismo siempre que le haga falta.
Pero esto también permite transitar distintos estados de ánimo, sentimientos que se podrán evocar casi a voluntad.
En los años 60 Fritz Perls, el creador de la Gestalt también utilizó el teatro como herramienta terapéutica. Pero hay otros precedentes como Bertolt Brecht y Constantin Stanislavsky que creó escuela entre los actores enseñándolos a actuar buscando en el interior en lugar de limitarse a imitar la apariencia exterior de un personaje. Como
aseguraba el fundador de la psicología analítica Carl Gustav Jung todos los personajes del mundo están dentro nuestro».
Uno de los ejercicios más frecuentes es trabajar con polaridades y descubrir por ejemplo cómo es nuestro personaje de buena persona para transitar desde allí hasta nuestro «personaje maligno». Esto permite expresar sentimientos a menudo «prohibidos» como la ira o la agresividad e integrarlos.
También se pueden representar escenas de la vida cotidiana para buscar una solución a las mismas: ¿cómo sería yo si no le temiera a mi jefe?, ¿cómo sería si mi pareja fuera distinta?… Así la persona comprende que su realidad puede transformarse al igual que él mismo.
Podemos disfrutar haciendo diferentes roles .El maquillaje te facilita mucho entrar en ellos y perder el miedo a sentir. Puede ayudar mucho cambiar el final de distintas escenas vitales en las que uno esta anclado solo en el sufrimiento. Contemplar lo ocurrido desde otra perspectiva te permite abrir nuevas puertas.
Esta poderosa herramienta terapéutica, no solo permite ver potencialidades ocultas o no utilizadas, vencer vergüenzas, inhibiciones, miedos y fobias que paralizan, sino también despertar la espontaneidad, conectar con el cuerpo y mejorar la expresión corporal, la capacidad de comunicación y la relación con uno mismo. Es una forma de ganar confianza y autoestima, fomentar el sentido del humor y sobre todo de pasarlo bien jugando.
El teatro terapéutico también puede ser una vía para reconciliarse con la familia de origen al descubrir el rol que se nos ha asignado y los valores que representamos. Pero sobre todo se trata de descubrir todo el potencial que se esconde dentro de uno mismo y así aumentar nuestra capacidad de respuesta y adaptación ante los distintos retos que plantea la vida.
El teatro es como una llave mágica a la expresión, estados de ánimo, sentimientos, pensamientos fluyen en la acción teatral en una experiencia creativa.
El trabajo de teatro terapéutico en grupo es una oportunidad para afrontar el miedo escénico ante la vida y atrevernos a ponernos delante del público, delante de un grupo y sobretodo delante de nuestra propia existencia.