Creo que es muy importante el trabajo con nuestr@ niñ@ interior. Durante nuestra vida buscamos que los demás nos digan, nos hagan, nos cuiden, nos den, nos sonrían, nos miren, nos toquen, nos dejen en paz, etc. Esto lo hacemos porque se nos quedó una parte de nuestra infancia sin poderla resolver, se nos quedó cómo diríamos en la terapia gestalt “una gestalt inconclusa”, y nos dedicamos a buscar, a tener, a pedir aquello que se nos quedó inconcluso. Lo intentamos de varias maneras con diferentes personas, buscando satisfacer una necesidad que se generó en nuestra infancia.
En la consulta me encuentro con personas que siguen frustrándose buscando eso que no tuvieron de pequeñ@s , pero lo siguen buscando de una manera insana, donde el resultado siempre es la decepción de no conseguir una vez más aquello tan necesitado para calmar la sensación de que nos falta algo muy importante, o que no nos sobra algo y no sabemos cómo hacerlo.
Con los años de terapia me he dado cuenta que el trabajo que hay que hacer en estos casos es poder darnos a nosotr@s mism@s lo que buscamos afuera. Resulta que la sanación está en poder coger a nuestr@ niñ@ interior y empezar a darle aquello que necesita. Parece algo muy obvio, el que nosotros nos podamos dar lo que necesitamos, pero resulta que no lo sabemos hacer porque nadie nos ha enseñado a poder gestionar por nosotros mismos nuestras propias necesidades. En el momento que planteo en terapia que el adulto que ahora somos pueda dar al niño o niña necesitad@ lo que pide, entramos en vergüenza o desconfianza hacia ese niñ@ y a pensar que eso sólo lo podemos recibir si viene de un tercero.
Mi experiencia, empezando por mí mismo, ha sido que cuando yo soy capaz de darme, decirme, quererme, aceptarme, cuidarme, mimarme, valorarme, sonreírme, achucharme, como quisiera que me lo hicieran los demás, cuando consigo hacerlo yo mismo, todo mi mundo interior se calma, todas mis necesidades empiezan a satisfacerse, y me siento con una sensación de ser visto, escuchado, amado, respetado. Y así poco a poco, voy dejando de buscar a fuera lo que me puedo dar yo mismo y dejo de frustrarme por no tener lo de fuera cuando lo puedo tener de mí mismo, porque yo soy el único que me lo puedo dar.
La sanación de nuestras heridas emocionales siempre está en nuestras manos. Los demás nos podrán ayudar a estar mejor o a comprender que nos ha pasado, pero lo que nos sanará del todo es cuando seamos capaces de sentir un amor inmenso por nosotros. El amor es una de las fuerzas sanadoras más grandes que hay.
El trabajo con el niño y la niña interior es tan sencillo como hablar con ese recuerdo que tenemos de cuando éramos niñ@s, y poder acercarnos a a ese niño o niña para que empiece a confiar en nosotros ; esto hará que él o ella puedan también a la vez hacernos sentir todas aquellas ilusiones o proyectos que tenían para cuando fuéramos mayores y, que por no escucharlos muchas veces nos sentimos perdidos ,sin saber qué hacer con nuestra vida, pero eso ocurre porque el que tiene el mapa y sabe cómo utilizarlo es el niño o la niña, ambos lo siguen teniendo y además son ellos quienes lo saben interpretar, así que muchas veces a medida que nos vamos acercando a nuestr@ niñ@ y le vamos dando todo aquello que necesita , también nos enseña todo lo que tenía previsto para cuando fuéramos mayores. Total, que al final resulta que hacemos un equipo fantástico. El adulto le da al niño o niña lo que necesita y este niño o niña le da al adulto lo que necesita también.
Ferran Lacoma- Terapeuta Gestalt, Miembro titular de la AETG, Miembro didacta y supervisor de orientación gestáltica.