Llevo muchos años dedicándome a la formación de grupos en Terapia Gestalt.
Llevo muchos años estudiando “el aquí y ahora” y ”el darse cuenta”, desde la mirada gestáltica y desde la mirada advaitina.
Me dedico a impartir clases y formar a alumnos; enseño sobre todo cómo es saber y comprender “el aquí y ahora” y “el darse cuenta”. He experimentado muchas maneras de hacerlo y de explicarlo; lo he aprendido sobre todo experimentándolo en mí mismo, para luego poderlo enseñar con más confianza.

La terapia Gestalt me ha enseñado cómo estar en “el aquí y ahora” y darme cuenta de lo que me va pasando, tanto en el mundo interior como en el mundo exterior y, también, qué es lo que estoy pensando en cada momento.
Realmente son herramientas muy útiles que nos ayudan a tomar mayor conciencia de quiénes somos y a responsabilizarnos de cómo vivimos nuestra vida.
Con el sistema advaitín, he podido ir un poquito más lejos en el comprender y experimentar “el aquí y ahora” y “el darse cuenta”.
El Advaita me ha enseñado cómo depositar la atención en lo que estoy haciendo de tal manera que, poco a poco en mis terapias y grupos, a medida que voy expresando y comunicando lo que tengo que enseñar, ocurre que la atención depositada en “el aquí ahora”, en lo que estoy haciendo, en la persona que tengo delante, en las palabras que salen por mi boca o por la de los demás, en los gestos que salen de mí o en los que surgen de ellos, desemboca poco a poco y sin buscarlo en una Concentración firme y sostenida.

Todo eso, al final, acaba provocando que vaya desapareciendo el yo protagónico que hasta hace unos momentos era el que estaba realizando la acción de dar la terapia o llevar el grupo.
Al desaparecer ese yo protagónico y empezar a emerger un estado que desde el Advaita se llama Concentración, empieza a desaparecer el esfuerzo por hacer. Empieza a haber mucha sorpresa o asombro por cada pequeño movimiento que acontece en la relación terapéutica individual y grupal; donde la fluidez y la espontaneidad de palabras y acciones empiezan a instaurarse en el campo; donde cada vez hay menos pensamientos, menos ganas de querer que pase algo concreto; donde no hay interés que la sesión o la dinámica vaya hacia un lado u otro.

Donde la mirada de sorpresa va acompañada de un sentimiento amoroso hacia aquello que está ocurriendo porque no hay “nadie” que lo haga, ni “nadie” a quien hacérselo, y empieza aparecer una especie de sincronía que embriaga el ambiente.

Y todo esto pasa en un “aquí y ahora” constante, pues la mente esta muy quieta y no hay espacio para un pasado o para un futuro buscados, pero sí que pueden ser ellos aceptados si emergen en ese momento ya que no hay nadie que los haya buscado, con lo cual son parte del Presente.

Curiosamente, este estado personal también provoca cambios en el paciente o alumno: sus mentes también empiezan aquietarse y les es mucho mas fácil poder acceder y atender a lo que realmente es necesario; pueden observar con más facilidad todos aquellos pensamientos, emociones y sentimientos que no tienen que ver con el “aquí y ahora”, sino con hábitos que claman con fuerza volver a ser figuras representativas, ya que no se ha podido tener la suficiente observación de los mismos para discernir si aquello necesita ser traído al ahora otra vez o no.

Con la Meditación Advaita, como terapeuta, he podido aprender como vivir “el aquí y ahora” y enseñar a las personas a cómo poder hacerlo también.
Ha sido el aprender a poder observar con más claridad mis pensamientos, sentimientos y emociones.
Reconocer con más facilidad cuando pienso cosas innecesarias, o darme cuenta que no tienen nada ver con lo que está sucediendo en ese momento en mi vida. Todo esto es gracias a saber filtrar la atención.
De una manera eficiente, lo que se está haciendo o sucediendo, por sí mismo lleva al estado de Concentración donde el yo protagónico, poco apoco, se va disolviendo para dejar paso a un estado diferente de Conciencia: La Concentración.

Es bonito percibir lo que a veces ocurre en los grupos de terapia: propongo algún juego o alguna dinámica de contacto donde al estar yo en un estado tranquilo y concentrado, sin darse cuenta ellos acaban también con muy pocos pensamientos o percatándose de cómo estos vienen, pudiéndolos reconocer al vuelo.
Si en esos momentos les invito a que experimenten una sesión de terapia entre ellos, lo que suele ocurrir es que se colocan desde un lugar que les parece extraño ya que todo el trabajo terapéutico suele ser más fácil, sin esfuerzo y sin expectativas. Poder estar en una sesión terapéutica de esa manera es muy de agradecer, ya que todo el conocimiento, experiencia y saber que han ido acumulando a lo largo de la formación, todo esto sigue estando, lo que cambia es que ahora la mente no está buscando qué hacer o qué decir, sino que se experimenta algo muy delicioso donde todo se hace sin que haya “nadie” que lo haga.
Y acaban diciendo que realmente esta es la manera que les gustaría poder trabajar en sus terapias, ya que hay “algo” que ha aparecido en ellos que no sabían que lo tenían tan cercano.

 

 

Ferran Lacoma-Terapeuta Gestalt. Miembro titular de la AETG. Miembro didacta y supervisor de orientación gestáltica.